The Stooges (1969)

Difunde cultura

Para el primer concierto inventamos algunos instrumentos. Llevamos una batidora con un poco de agua dentro, le colocamos un micro, y la pusimos en marcha. La dejamos sonar durante un cuarto de hora antes de salir al escenario. Pusimos micros de contacto en una tabla de lavar. Iggy llevaba zapatos de jugar al golf, se subía a la tabla y arrastraba los pies. También pusimos micros en unos barriles de gasolina que Scotty utilizó como batería. Y como baquetas usaba dos martillos. Incluso tomé prestada la aspiradora de mi madre porque sonaba como un reactor. Siempre me han encantado los aviones a reacción. ¡¡Bbbfffrrrrrrr!!”.


Ron Asheton, declaraciones recogidas en Por favor, mátame. La historia oral del punk de Legs McNeil y Gillian McCain, 1996.

The Stooges eran delincuentes, performers agresivos, punks antes del punk-rock. Los primeros conciertos de estos cuatro drugos originarios eran performances de violencia, sangre, ferocidad y brutalidad inmunda. Actuaban siempre al filo de la navaja. La breve andadura del grupo no pudo acabar de otra manera que en el Michigan Palace alentando el lanzamiento de botellas de cerveza y escupitajos por parte del público. Todo quedó grabado en el mítico Metallic K.O., disco de la banda que recoge actuaciones en directo de Octubre de 1973 y Febrero de 1974 (se puede escuchar hasta el sonido de botellas rompiéndose). Volvieron a juntarse en 2007 y 2013 para sacar un par de discos, pero ya no era lo mismo.

La ciudad de Ann Arbor (Michigan) se sitúa en el Rust Belt, región norteamericana que desde los 50 sufrió un proceso de decadencia industrial, económica, demográfica y social; grandes ciudades como Cleveland, Detroit, Cincinnati, Indianápolis o Pittsburgh han padecido un deterioro urbano, cultural y político muy acrecentado en los últimos 70 años. En Ann Arbor está la Universidad de Michigan y en aquella época su población estudiantil ayudó a generar un ambiente cosmopolita que se mezclaba con el matonismo de pandillas desarraigadas y sin futuro por los problemas socio-económicos. Una cierta atmósfera de arte vanguardista se entretejía con el paletismo analfabeto post-industrial. Lo intelectual convivía junto a lo disfuncional. La vida contradictoria en esta pequeña ciudad fue absorbida de manera disruptiva y disparatada por Jim Osterberg (Iggy Pop), Dave Alexander (en el Club de los 27), Ron Asheton y su hermano Scott.

En la era del rock virtuoso británico (Cream, Yes, Genesis, Led Zeppelin, Pink Floyd, King Crimson, Jethro Tull…) cuatro tipos subían a los escenarios de ciudades norteamericanas deprimidas tocando tres acordes, distorsionando la guitarra al máximo, entonando letras simples con algunos estribillos monosilábicos, además de autolesionarse, vomitar, despotricar de todo dios, amenazar e incomodar al público… Eran unos provocadores natos, profundamente anti-intelectuales, autodestructivos y hedonistas extremos. Influyeron sustancialmente a Ramones, The Clash, Patti Smith, Sex Pistols, Joy Division, Dinosaur Jr., Sonic Youth y un largo etcétera.

El álbum debut homónimo se lanzó irónicamente durante la misma semana que tuvo lugar la celebración del festival de Woodstock. En el momento de exaltación de la paz y el amor hippie apareció este álbum que fue tildado de retrógrado. Todo lo contrario, era un disco adelantado a su tiempo. Prefiero este disco a Fun House (es menos heterodoxo que su debut e incluye a Steve Mackay en el saxo) o Raw Power (es más un disco de Iggy Pop y James Williamson que de los Stooges) porque considero que es el trabajo que mejor representa a la banda en su estilo marcadamente proto-punk, donde todos los miembros se expresan artísticamente (especialmente Ron Asheton con su tremenda guitarra) y la producción de John Cale es asombrosa (le confiere un aire vanguardista muy sugerente). Recomiendo la colección que lanzaron en el 2019 por su 50 aniversario, que contiene el disco original, las mezclas realizadas por John Cale y algunas tomas alternativas muy interesantes, por lo que da una perspectiva más ajustada sobre el calado artístico de este álbum.

1969 abre el disco. “Well it’s 1969, okay / All across the usa / It’s another year for me and you / Another year with nothing to do”. Típico humor nihilista de los Stooges que contrasta con el arte hipercreativo que ese año fue muy productivo en EEUU. I wanna be your dog es un himno, su canción más popular, riff sencillo y eficaz (ojo al punteo final de Ron), batería en modo tribal y bajo rítmicamente impecable. Iggy canta desde las tripas (o el pene). Decadente y lasciva. Se han hecho miles de versiones. Me quedo con 2: Me gusta ser una zorra de las Vulpes, su one-hit wonder absolutamente salvaje, bestial y casi caníbal; y la versión de Sonic Youth con una Kim Gordon desatada, desquiciada y bárbara. We will fall es un ejemplo del vanguardismo que aportó John Cale en la producción (aquí también toca la viola como hacía con los Velvet), un tema que ofrece una extraña atmósfera satánica sobre un mantra budista-hindú. Una pieza de más de 10 minutos (para quienes piensan que este disco es facilón) fantástica e inquietante. No Fun fue otro himno, popularizado más tarde por los Sex Pistols. Enlaza de manera profética con el lema punk de finales de los 70: No Future. Real cool time fue su particular Bolero de Ravel, Iggy entona siempre la misma frase mientras Ron aumenta la velocidad con su guitarra hasta el estruendoso final. Ann es lo más cerca que nunca han estado los Stooges de una balada. El tono y ritmo de voz de Iggy se asemejan mucho al de su ídolo Jim Morrison. El estallido final de Ron vuelve a ser caótico y fabuloso. Not Right es una cara B de I wanna be your dog, Ron le da la vuelta a los acordes de su himno más popular de manera eficaz y emocionante. Esta canción es un claro ejemplo de que no eran técnicamente virtuosos pero tenían una gran inventiva y agudeza musical. Little Doll es la canción de cierre, y muestra a un Dave Alexander expresándose con su bajo de manera imponente. Scott marca un ritmo muy primitivo y pegadizo. De nuevo Ron juega con los sonidos sucios de su guitarra e Iggy mantiene su particular tono irónico, feroz y romántico.

Disco excitante, provocador, no tan simple como muchos piensan (especialmente por la producción de Cale) y profundamente a contracorriente de lo que se hacía por entonces. Hoy este disco suena más fresco y contemporáneo que el material supuestamente alternativo o “indie” que escuchamos a diario. Las letras, a veces planas, romanticonas e intensamente cínicas, eran un reflejo del modo de vida de Ann Arbor que se ampliaba a muchas ciudades norteamericanas post-industriales de ambientes decadentes y pocas oportunidades vitales de futuro. Hay que reivindicar este álbum desde la perspectiva vanguardista, paralelo al enfoque de compositores como Terry Riley o Steve Reich. Disco claramente mundano y al mismo tiempo arriesgado y renovador.

Menú y maridaje

Cerveza a saco. De lata. Nada de pijeríos. Hot dogs como si no hubiera un mañana. Mucha mostaza y ketchup. Cualquier frito viene bien: patatas, aros de cebolla, boniatos, nuggets de ¿pollo?… De postre más cerveza y algún destornillador (vodka + zumo de naranja). Os sentiréis como los Stooges antes, durante y después de tocar.

Compañía

Invitad a gerontócratas viejunos que piensan que no hay música más allá de Bach, Mozart, Beethoven o Wagner. También son bienvenidos intelectuales elitistas amantes de la música concreta, el free jazz, el rock progresivo y el minimalismo. Por supuesto se puede pasar algún rapero, trapero o reguetonero. ¿Sucumbirán a la noche de la iguana y sus lagartijas?


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