“Las bandas góticas se centran en el aislamiento y la reclusión emocional. La preferencia por las melodías descendentes, los tonos bajos y las tonalidades menores es la base de un estilo descrito universalmente como oscuro. Las líneas de bajo tienden a estar en primer plano y reproducen motivos repetitivos que acentúan las corcheas. Las repeticiones de esos motivos se suman a los sentimientos de angustia expresados en las letras, un efecto que se ve reforzado por el uso extensivo de la reverberación. Chasquidos, estallidos o zumbidos omnipresentes crean una no-linealidad musical que se corresponde con la temporalidad fuera de lo común de la espectralidad. Dentro de este diseño, las síncopas a menudo añaden otra capa de desplazamiento temporal a la textura musical. Finalmente, los timbres y efectos vocales crean estados de ánimo sombríos”.
Isabella van Elferen, Gothic Music. The Sounds of the Uncanny, 2012
Se ha desarrollado una amplia variedad de (sub)géneros góticos musicales a lo largo de las décadas de los 80, 90 y de este siglo; todos ellos comparten un descontento con el presente que adquiere expresión lírica y melódica a través del tropo gótico respecto a la nostalgia por otros tiempos y lugares. La naturaleza precisa de estos mundos anhelados varía de un subgénero a otro: desde el crepúsculo victoriano hasta el paganismo escandinavo, la simplicidad medieval o la utopía futurista. El género gótico se deleita en habitar entre la historia y la memoria, los hechos y la fantasía, apropiándose y representando la simbiosis entre nostalgia y transgresión. Lo hace en términos superlativos: subraya la fuerza transgresora de la nostalgia al pervertir deliberadamente la trama ordenada del pasado anhelado. Los subgéneros como el darkwave, rock gótico y metal gótico no son completamente novedosos sino que generan una versión ligeramente oscurecida y estetizada de las bandas góticas originarias (Bauhaus, The Sisters of Mercy, Siouxsie and the Banshees, Dead Can Dance, Cocteau Twins o The Cure). Al integrar estructuras musicales del new wave, rock y metal los cantantes neogóticos, en comparación con los góticos de la vieja escuela, suenan mucho más explícitamente como fantasmas o espectros vocales, jugando con efectos ambientales de una imaginería claramente cinematográfica o sonidos de un cierto efectismo siniestro, lóbrego o fúnebre: campanadas de iglesia, vendavales, ráfagas de lluvia, aullidos de lobo, pisadas sobre la hojarasca de bosques oscuros…
La sombra de Kate Bush es muy alargada y su influencia tiene un peso enorme en la escena alternativa del pop/rock desde finales de los 90 hasta hoy mismo. Es curiosa esta ascendencia de Kate Bush en un amplio y diverso número de vocalistas, compositoras y artistas escandinavas. Björk es quizás el paradigma más obvio; la cantante islandesa es una “imitadora” (excesivamente afectada) de la cantante británica. La cantautora noruega Ane Brun es otro ejemplo de bushificación, especialmente en su ¿evolución? del country-folk a la sonoridad electrónica. En la cantante, productora y escritora noruega Jenny Hval la influencia de Bush llega incluso a aspectos tanto estéticos como poéticos: Hval mantiene una estética marcadamente andrógina influida por el videoclip de la canción Cloudbusting donde Kate Bush interpretaba a un niño; y en su tesis The Singing Voice as Literature analizó las letras y música de Kate Bush desde una perspectiva unificada: poesía y sonido. En el panorama jazzístico la sueca Lisa Ekdahl también tiene reminiscencias a Bush con el tono agudo de su voz, sobre todo cuando se desliza hacia la bossa nova. La cantante finesa Aino Venna en su dispar camino por la chanson francesa, rhythm and blues, jazz y folk tradicional finés también ofrece cierta evocación a Bush en el jugueteo vocal y la mezcla de estilos. En el espacio más mainstream de la cantante noruega Siri Nilsen se vuelve a apreciar esta influencia constante de Kate Bush, al tratar de unir el folk “blandito” con la música electrónica ligera y de ambiente “relajante”.
La cantante y compositora sueca Anna von Hausswolff se sitúa en otro plano. Nuevamente las influencias de Kate Bush son claras pero desde un posicionamiento nítidamente gótico. Hausswolff propone una indagación artística mucho más ambiciosa: el mundo gótico literario (poesía), cinematográfico (imaginería evocativa) y netamente musical se fusionan en perfecta armonía en los trabajos de esta abrumadora artista. Recordemos que la Literatura gótica decimonónica otorgaba un papel fundamental a los sonidos (y su musicalidad) evocando atmósferas misteriosas y fantasmales. Estos paisajes sonoros tan típicos de las grandes novelas góticas hacen uso de la meteorología (viento, truenos, lluvia…), sonidos cotidianos pero inquietantes (traqueteo de ruedas, silbidos de tuberías, golpes de puertas o ventanas…) o sonidos que sugieren presencias que no se manifiestan (crujidos, ecos, voces que resuenan, música…). La importancia de los sonidos no sólo servía para resaltar determinados efectos ambientales, también se usaban para retratar las personalidades de los propios personajes. Un claro ejemplo de este estilo es Cumbres borrascosas (1847) en la que Emily Brontë mediante el ritmo de la entonación y la aliteración describe el potente acento de Yorkshire de la narradora de la historia Nelly Dean, haciendo que el lector llegue por momentos a escuchar las palabras. No es baladí que precisamente Kate Bush escribiese la archiconocida Wuthering Heights, de su famoso disco The Kick Inside (1978), inspirada en el libro de Brontë.
Anna von Hausswolff se alimenta de toda esta cultura gótica para dar rienda suelta a su Arte musical. Su instrumento principal es el órgano y a través de él va creando álbumes orgánicamente conceptuales y narrativos. Tal vez su primer disco es el más flojo en ese sentido aunque el título ya deja claras sus futuras intenciones: Singing From the Grave (2010). Será a partir del segundo, Ceremony (2013), donde Hausswolff cimentará su sorprendente y peculiar mirada artística mediante atmósferas etéreas y enérgicas, combinando lo sublime, el surrealismo y lo abstracto desde una voluntad intrigante y enigmática. En su tercer disco, The Miraculous (2015), todas esas categorías están tamizadas, depuradas y refinadas. Es un álbum atronador, más condensado, preciso y escrupulosamente producido.
Dead Magic (2018) es su cuarto disco y su verdadera Obra Maestra. Sólo 5 temas. De los 13 de Ceremony pasamos a los 9 de The Miraculous y llegamos a los 5 de Dead Magic. Es un proceso de criba, de filtración intencionada para pulir, depurar y cultivar su Arte musical, que se muestra en este disco de manera sublime (en el sentido de Burke o Kant). Es oscuro, tenebroso, siniestro, tétrico… pero al mismo tiempo ofrece una sensación de vitalidad y voluntad de poder (de alguna manera Nietzsche está presente) que aturde y asombra. En términos musicales Anna aúna géneros que van desde la música clásica hasta el rock gótico. Los puretas nos podemos poner académicos y decir que es un disco de neoclassical darkwave con tintes de música ambient y avant-rock. Lo que hay que hacer es escucharlo a todo volumen y dejarse atrapar por su melancólico júbilo y gozar, gozar, gozar…
Menú y maridaje
Todo negro. Croquetas de sepia y tapenade (paté de aceitunas negras) para empezar. Se pueden conseguir nachos negros para dipear. Un buen vermú rojo potente, que se note que es añejo. Continuamos con unos ñoquis negros con pesto igualmente negro y unos chipirones en su tinta. Acabamos, obviamente, con un arroz negro al centro para compartir con alioli de ajo negro. Mucho vino tinto. Esta vez de La Rioja Alta, exquisitos. De postre una tarta de cerveza negra bañada en una ganache de chocolate negro (que rezume y gotee) que acompañamos, lógicamente, con una buena pinta de la misma cerveza.
Compañía
Invitad a gente que cante los soporíferos y ¿festivos? villancicos y así tenéis excusa para poner este disco a todo trapo. Habrá quien piense que es un disco que pega más en Halloween, época de un consumismo disfrazado de puro dispendio materialista (no se engaña a nadie, es lo que es: consumismo al cuadrado). La Navidad es más perversa, se trata de disfrazar el consumismo desde un punto de vista moral, mojigato, hipócritamente alegre o nostálgico. La melancolía (o felicidad) navideña es puro artificio. La melancolía de este disco es auténtica verdad revelada.
Un género muy interesante y recomendable para escuchar de fondo mientras te sumerges en la lectura de un relato terrorífico, yo me quedé en el recopilatorio “Some Girls Wander by Mistake” (1992) de los Sisters of Mercy, todavía recuerdo cuando lo compré, sus ritmos tenebrosos. Love it.