Yo capitalismo, y mis mejores amigos (la avaricia, el interés y la usura). Parte I

Difunde cultura

“Y si prestáis a aquellos de los que esperáis cobrar, ¿Qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio”.

Evangelio de Lucas 6: 35-36

La vida tiene un proceso lineal muy sencillo a la vez que universal y válido para todas las especies, primero naces, a continuación creces, posteriormente (y esto es opcional) perpetuas la especie, y finalmente mueres. Hay que ser conscientes que la vida y el mundo en el que vivimos son una realidad dual, no podemos comprender la vida sin la muerte, el calor sin el frio, lo alto sin lo bajo, y así sucesivamente, esto es algo que viene de antiguo, desde la época de los faraones donde ya se percataron de esta idea observando los ciclos terrestres, el día, la noche, y así un día tras otro en un perpetuo ciclo dual.

El ser humano se desarrolló, puso en práctica sus técnicas como homo faber primero cubriendo las necesidades básicas para la supervivencia, esto es, refugio y alimento. Se fueron creando poblados, sociedades, el lenguaje fue desarrollándose, y el hombre primitivo evolucionó hacia una especie mas avanzada, lógica y compleja que ya comerciaba, adoraba a sus dioses y defendía sus fronteras, esto es, cada pueblo o imperio desarrollaba su propia identidad cultural, a través de los siglos.

Esta identidad cultural posibilitaba que cada pueblo se distinguiera de otros por diversos aspectos tales como tradiciones, religión, habilidades, rasgos de raza, etc… en el caso que nos ocupa en este artículo analizaremos el origen del capitalismo como sistema socioeconómico así como la trayectoria de las culturas judía y cristiana en relación a la práctica financiera del préstamo asociada al sistema capitalista tan controvertida ya desde sus inicios hace milenios.

Si acudimos a diversas fuentes de información descubriremos que la aparición de la usura y el interés es prácticamente tan antigua como la creación del propio dinero en su concepto y en su forma física (monedas), por aquel entonces el valor de cambio era el mismo que su valor intrínseco, es decir, había una equivalencia entre el valor físico de una moneda (al estar hechas de metales preciosos como el oro y la plata) y el valor que indicaba su acuñación. Mas tarde llegada la Baja Edad Media concretamente en el siglo XII en Italia surgiría un nuevo método de pago vinculado al contrato de cambio de monedas entre cambistas situados en distintas localidades, la letra de cambio.

Remontándonos hasta el 1760ac aproximadamente y entrando en materia observamos como el Código de Hammurabi en su artículo 71 establecía la pérdida de recobrar el importe del préstamo (deuda) si ésta sobrepasaba el máximo permitido del tipo de interés, se puede afirmar que el Imperio Babilónico ya utilizaba el interés como mecanismo en su sistema financiero. Como curiosidad decir que como nadie se atrevía a robar en los edificios consagrados a los dioses, tanto en la antigua Babilonia como en Egipto los ciudadanos depositaban sus bienes en los templos.

En la antigua India las referencias encontradas respecto a los préstamos tampoco aluden a una condena explícita del interés per se siempre y cuando el interés se mantuviera dentro de una coherencia financiera razonable, encontramos referencias en el Rig-veda (2000-1400ac), en los Sutras (700-100ac) y en los Yatakas budistas (600-400ac). Finalmente, en el Antiguo Egipto igualmente se aceptaba el préstamo con interés siempre que la tasa de interés no sobrepasara cierto límite legal. Una ley de Asychis (supuesto monarca de la IV dinastía) obligaba al prestatario a asegurar el pago de la deuda entregando en prenda la momia del padre. De esta manera se podría concluir que en la antiguedad (babilónica, india y egipcia) mas que una sanción o prohibición del interés lo que encontramos es una regulación estableciendo límites concretos.

Cabe mencionar que en la antigua Grecia los templos griegos llegaban a competir entre ellos ofreciendo intereses más bajos a la población, lo que no impedía que la tasa de interés fuera bastante alta (cercana al 24% mensual), el préstamo con interés fue permitido hasta su prohibición por el legislador Solón (638 – 558ac), hasta ese momento era posible cobrar deudas mediante la esclavitud del deudor y sus familiares (hektemoroi), de esta manera la nueva ley amparaba en lo sucesivo la retribución mediante bienes materiales. Una vez que ésta entró en vigencia, el Estado compró esclavos con el fin de liberarlos, lo cual constituyó un cambio de gran importancia, puesto que, al prohibirse la esclavitud del deudor, se estaba prohibiendo en sí la esclavitud del ateniense. Al respecto comenta los siguiente Aristóteles:

Los pobres se hallaban esclavizados no sólo ellos en persona, sino también sus hijos y sus mujeres, Recibían la denominación de pelates y hectemorioi («los de la sexta parte»), pues precisamente bajo tales condiciones labraban las tierras de los ricos. Y, en general, la tierra estaba en manos de unos pocos. Y si los indigentes no abonaban el precio del arriendo, se los podía llevar esclavizados, a ellos y a su prole. También los préstamos se aseguraban mediante la esclavización personal (…)

AristótelesConstitución de los atenienses 2.2.

Por otro lado la República de Roma en el año 450ac en las llamadas “Ley de las XII Tablas” se fijaba una tasa límite de interés de un 8,3% mensual, en aquel momento Roma carecía de una legislación escrita, sólo existía un derecho consuetudinario, tradicional, cuya interpretación, como cabía esperar, estaba en manos patricias. Las reformas legales de la República romana (Lex Genucia, del 340ac) prohibieron la usura y el interés, aunque su práctica fue corriente en el período final de la República. En el mundo antiguo ya existía una regulación tanto de ley como de facto.

Sin embargo las tradiciones judaica y cristiana ante la usura tuvieron una perspectiva mucho mas condenatoria que en otras culturas, sobre todo en contextos agrícolas tras la conquista del pueblo hebreo por el imperio babilónico, donde los campesinos en caso de malas cosechas perdían sus tierras y debían trabajar para su acreedor durante varios años consecutivos. Para el profeta hebreo Ezequiel (siglo V-VIac) la usura fue identificada como el más grave de todos los crímenes, un pecado mortal. Más tarde, la amenaza de muerte por usura fue interpretada como sanción divina contra el enriquecimiento ilegítimo e irreversible (Baba Metsia 61b), este punto es importante por lo que ya veremos como el ámbito cristiano creará una excepción y posibilidad de redención que veremos mas adelante. “El que aumente su sustancia por el interés y la ganancia es ubicado junto a los “hombres diabólicos” (Proverbios 28:8), mientras que “aquel que no impone a su dinero interés” es uno de los rectos y justos (Salmos 15: 5). Posteriormente, Ciro II (El grande) conquistaría Babilonia en el año 537ac, permitiendo a los hebreos volver a Jerusalén, de esta manera recuperaron su autonomía manteniéndola hasta el año 63ac, momento en el que Pompeyo conquistó la región convirtiéndola en provincia tributaria de Roma. Fue durante ese largo período que transcurre entre 537 y 63ac que se terminó de compilar el Talmud (obra que recoge principalmente las discusiones rabínicas sobre leyes judías, tradiciones, costumbres, narraciones y dichos, parábolas, historias y leyendas).

Es importante señalar que fue instalándose entre el pueblo judío un concepto de solidaridad de grupo que acogía el sentimiento de “hermandad tribal” con el objeto de protegerse de amenazas exteriores (esto fue así hasta el siglo X donde comenzó a instaurarse un sentimiento de “hermandad universal” que vino de la mano del cristianismo), para ello las comunidades judías basaron sus relaciones en 3 principios básicos que eran: trabajo, competencia y solidaridad. El principio de trabajo consiste en desarrollar una actividad económica de forma libre, independiente y a ser posible en solitario. La competencia representa la oportunidad y posibilidad de hacer fortuna o bien caer en el fracaso, en cuyo caso se acude al tercer principio, el de solidaridad. Sobre estos tres básicos principios se basa el funcionamiento económico-social del pueblo judío, que además incluía otra serie de normas como por ejemplo la de no perjudicar al grupo, limitar el beneficio al 15% que era el tipo impositivo que establecía el Templo, no aplicar intereses a los miembros de la propia comunidad, pero si a los extranjeros (goyim) según la prescripción del libro del Deuteronomio (Deuteronomio 23, 20): “Podrás cobrar interés a un extranjero, pero a tu hermano no le cobrarás interés a fin de que el Señor tu Dios te bendiga en todo lo que emprendas en la tierra que vas a entrar para poseerla.…”. Hay que tener en cuenta que un cristiano para un judío es considerado un extranjero.

Toda esta legislación recogida en el Talmud y otros libros de la tradición judaica proceden de un interés en regular la actividad comercial en pro de establecer procedimientos justos y equitativos (búsqueda del justiprecio) así como posibilitar las transacciones comerciales de la manera mas fluida y justa posible.

El juicio negativo sobre la usura en la Iglesia primitiva se produce en un contexto de amplia condena por parte de los escritores griegos y romanos, así como en el Antiguo Testamento. La lista de autores paganos clásicos que la desaprueban es impresionante e incluye a Platón, Aristóteles, Aristófanes y Séneca, sin embargo, aunque mal considerada, es un hecho de facto su existencia y práctica cotidiana. En los siglos XII-XIII, los banqueros se agrupaban en tres categorías diferentes: los prestamistas, los cambistas o banqueros de depósito (que intercambiaban monedas de distintas regiones), y los banqueros comerciales.

Obviaré el periodo correspondiente a la Alta Edad Media (siglos V – X) puesto que es un periodo mayormente marcado por la consolidación del cristianismo en Europa y el declive del imperio romano (476dc) produciéndose una sucesión de invasiones normandas y vikingas desde el norte de Europa, sarracenas por el sur y eslavas y húngaras desde el este. Será este un periodo marcado claramente por un feudalismo cerrado que no traerá cambios sustanciales a las estructuras socioeconómicas existentes.

De esta manera llegamos al inicio de la Baja Edad Media (siglos XI – XIV) donde está comenzando un cambio de modelo social muy importante que redefinirá los estamentos sociales clásicos establecidos en la Alta Edad Media donde encontrábamos los tradicionales clero, nobleza guerrera y campesinado con su inmovilismo social característico, puesto que el nacimiento condicionaba la clase social de la persona de por vida prácticamente. Esta transformación de la sociedad va a ser propiciada por el surgimiento de un nuevo estamento que va a tener una importancia decisiva ya que acumulará un capital económico muy importante, estos son los comerciantes aburguesados, que debido a su actividad y nivel económico van a poder vivir dentro de los muros protectores de la ciudad acuñando de esta manera el término burguesía (la palabra burgo tiene el significado de “población” y viene del germánico baurgs “fortaleza”).

Estos comerciantes estarán formados en su amplia mayoría por población judía, puesto que en la Edad Media los oficios se agrupaban en gremios, los cuales enseñaban a los aprendices hasta convertirse en maestros por periodos no inferiores a 10 años para el dominio del oficio, si bien para acceder a estos gremios existía una premisa inexcusable, que era la de ser cristiano, por ello la población judía en su vertiente artesana quedó relegada a zonas de la ciudad denominadas juderías siendo el sector servicios donde pudieron desarrollar en mayor medida su actividad económica, esto es, el comercio y la banca (cambistas). Excepcionalmente pudieron llevar a cabo labores que no fueran excluyentes ante la Iglesia Católica, como por ejemplo el oficio de médico, puesto que la religión cristiana no permitía diseccionar cadáveres pero la judía si.

Por otro lado, la tradición cristiana a través de uno de sus mas grandes pensadores, Tomás de Aquino en la cuestión 78 de la “Summa theologiae” (1265 – 1274) realizará una fuerte crítica al cobro de intereses por préstamo monetario por considerarlo injusto en sí mismo. La condena de santo Tomás a la usura como un acto siempre injusto se apoya en el pasaje de la obra “Ética a Nicómaco” donde Aristóteles habla de la virtud como justo medio y de acciones que íntegramente son malas. A partir de esta premisa, santo Tomás retoma a Aristóteles para determinar la naturaleza del dinero como herramienta, es decir, el de su uso propio y principal. Santo Tomás además acepta que cada objeto tiene una finalidad propia (valor de uso) y un valor de cambio, condenando la usura de manera tajante en el Respondeo del artículo I de Summa theologiaeRespondo que recibir usura por el dinero prestado [mutuata] es en sí mismo injusto, porque se vende lo que no existe, por lo que claramente se constituye una desigualdad contraria a la justicia“. Hay que considerar que la moral católica enseña a dar al que no tiene y practicar la caridad, por lo que el ejercicio del préstamo con intereses y usura es una actividad miserable y condenatoria del alma. La iglesia prohibió la usura a los cristianos y los préstamos de dinero fueron transferidos a los judíos (dignas de mención son las condenas del Tercer Concilio de Letrán en 1179, Segundo Concilio de Lyon en 1274 y el de Viena en 1311). En la Edad Media, la Iglesia Católica declaró el préstamo de dinero como una actividad anticristiana e inmoral, y en el siglo XII el Papa prohibió por completo a los cristianos cobrar cualquier tipo de interés, haciéndoles imposible ganar dinero a través de la banca, semejante conducta incurría en el pecado de la avaricia, la reprobación formal y explícita más reciente tuvo lugar en 1745, con la encíclica Vix Pervenit, del Papa, Benedicto XIV.

El género del pecado llamado usura, que tiene su lugar propio y su sede en el contrato de mutuo, en el cual se contiene, consiste en esto: del mismo mutuo, que por su propia naturaleza obliga a que se restituya solamente la cantidad prestada, uno quiere que se le restituya más de lo que se recibió; y, por tanto, afirma que, además del capital, se le debe un cierto lucro, en razón del propio mutuo. Por lo tanto, esto se aplica a cualquier lucro, en razón del mismo mutuo, que exceda el capital. Por esta razón, todo lucro que de esta manera supere lo prestado es ilícito y usurario.

Papa Benedicto XIV

Este importante freno moral y ético que representaba el préstamo y la usura condenable por la Iglesia y sus teólogos fundamentales será superado por un concepto existente en los tiempos de la Grecia clásica, el purgatorio. Una especie de protopurgatorio llamado el “Hades celestial” aparece en los escritos de Platón y Heráclides Póntico y en muchos otros escritores clásicos. Su ubicación exacta variaba de un autor a otro, Heráclides del Ponto pensaba que estaba en la Vía Láctea, los académicos, los estoicos, Cicerón, Virgilio, Plutarco y los escritos herméticos lo situaban entre la Luna y la Tierra o alrededor de la Luna, mientras que Numenio y los neoplatónicos latinos pensaban que estaba situado entre la esfera de las estrellas fijas y la Tierra. Sin embargo será gracias a Henry de Saltrey, un clérigo inglés que a través de su “Tractatus de Purgatorio Sancti Patricci“, texto escrito en latín (1180dc) consolidará el concepto de purgatorio como espacio físico transitable que tendrá por objeto la redención de la culpa y el pecado posibilitando con este “giro conceptual” el ascenso al cielo y la consecuente salvación del alma. Esta idea se extenderá como la pólvora por toda Europa consolidándose a lo largo del siglo XIII para alojar a todos los usureros existentes, de esta manera los banqueros cristianos ya pueden salvarse del infierno y posibilitará que el capitalismo tenga plena libertad para desarrollarse sin límites, culpa o pecado dentro del ámbito de la Iglesia Católica Romana.

La historia prácticamente en un periodo de 300 años realizará lo que varios autores (entre ellos Maurice Dobb, Karl Polanyi, R. H. Tawney, Paul Sweezy, Kohachiro Takahashi, Christopher Hill, Georges Lefebvre, Giuliano Procacci, Eric Hobsbawm y John Merrington) denominan Transición del feudalismo al capitalismo, frente al mundo medieval de los tres órdenes, basado en una economía agraria firmemente ligada a la posesión de la tierra, emerge un mundo de ciudades basado en una economía comercial que propiciará todos estos cambios históricos que están determinados fundamentalmente por cambios en las técnicas de producción, es en este periodo, entre el siglo XI y XIV cuando se asienta firmemente los conceptos de trabajo y patrimonio dando lugar a la siguiente etapa de la evolución social, la Edad Moderna, comprendida entre los siglos XV-XVIII. Hay que tener en cuenta la perspectiva que alrededor del siglo XII la actividad prestamista y bancaria recaía prácticamente en su totalidad en población judía, por lo que ya esta asociación de concepto judío-usura se consolida al igual que el capitalismo comienza a tomar forma como nuevo modelo económico incipiente.

En la segunda parte del artículo continuaré el análisis sobre la evolución de esta actividad a lo largo de la Edad Moderna (siglos XVI – XVIII) donde se producen los cambios necesarios para la consolidación del capitalismo clásico gracias a los increíbles avances en distintos ámbitos.

Fin Parte I.


0,0
0,0 de 5 estrellas (basado en 0 reseñas)
Excelente0%
Muy buena0%
Media0%
Mala0%
Muy mala0%

No hay reseñas todavía. Sé el primero en escribir una.

Este sitio web utiliza cookies y solicita sus datos personales para mejorar su experiencia de navegación. We are committed to protecting your privacy and ensuring your data is handled in compliance with the General Data Protection Regulation (GDPR).