La navidad la entiendo como un periodo de estar en familia y de reencuentro con amigos. Eso sí que hay que celebrarlo. Para las personas católicas son unas fechas muy señaladas debido a sus creencias. Lo asqueroso y repugnante es el marketing navideño que lanza mensajes de paz, de prosperidad y de bondad. De todos los términos que usa el más sibilino es el de “prosperidad”, pues prosperidad en su cerebro malicioso es sinónimo de economía y consumo, y estos a su vez son sinónimos de fuentes de energía, y esto a su vez es sinónimo de guerras, sangre y devastación. Entonces reflexionas sobre esos mensajes y te preguntas ¿qué carajo celebramos? ¿Qué celebramos?: ¿el odio imperante en las redes sociales? ¿las guerras que hay en todos los continentes? ¿las miles de personas muertas y desplazadas por las decisiones de unos pocos? ¿la deshumanización de la otra persona? ¿las diferencias económicas cada vez más sonrojantes? ¿el poder desorbitado de gente que no tiene principios éticos ninguno que no sea el de su ya milmillonario bolsillo? ¿Celebramos los golpes de estado, los genocidios silenciados, los fenómenos climáticos cada vez más devastadores provocados por nuestra propia actividad y actitud de falta de respeto hacia nuestro hogar que es la Tierra? ¿Qué celebramos? La navidad no tiene la culpa de los males causados por nuestra especie. Pero la hipocresía de quienes lanzan mensajes de paz y amor para que consumamos sin conciencia y sin respeto si. Y también la de gente de a pie de calle que, no sólo en estas fiestas, sino en diversas ocasiones a lo largo del año, se ponen hasta arriba de todo, lloran porque saben cómo actúan y con el alcohol o lo que sea regresan durante unas horas a una humanidad que perdieron hace años cuando decidieron que primero ellos y luego el resto y si había que pisar cabezas se pisaban, pero que una vez pasada la resaca vuelven a actuar igual. Y entonces vuelves a la pregunta inicial : “Navidad, más allá de el reencuentro y de la espiritualidad de cada cuál, más allá de eso, ¿qué carajo celebramos?
Y para muestra un botón… me ha dado vergüenza. Como ser humano imperfecto tengo prejuicios de los que espero poco a poco ir alejándome. He entrado a un bar a tomar un café. Llevaba bajo el brazo “La conjura de los Necios” a la que había dejado olvidada como se dejan olvidadas las cosas que realmente merecen la pena. Me he sentado al lado de una mujer con mirada desafiante y recia. Cuando se marchaba se acerca a mí y me dice “disculpe que le moleste” a lo que yo he respondido con un pensamiento interno “a ver qué quiere…”, (pensamiento más de reproche que inquisitivo). Acto seguido me dice “está colección es un lujo. Y esa novela es maravillosa” , y hemos estado hablando dos minutos sobre la novela. Cuando se ha marchado no he podido evitar pensar “tus prejuicios han estado a punto de robarte la única conversación que en este Madrid que es un lucero de miradas invisibles, va a merecer la pena de las que vas a tener hoy”. Y acto seguido también he pensado en el propio egoísmo de ese pensamiento donde el gran damnificado iba a ser yo y no ella; una persona que tan solo quería hablar de algo tan obsceno, lamentable y mediocre como la …literatura.
Por no hablar de la educación actualmente, esto es lo más parecido a una forma de construir ideología. Y la más repugnante. Los centros privados son centros jerarquizados de futuro poder. Ahí se conoce gente que traban amistad y salen de copas sabiendo que el poder les espera. Constituye una forma endogámica de sostener el poder y blindada a las familias de poder al estilo El Padrino. Una de las cosas que está gente propone es la “libertad de mercado” y el “mérito”. Bien , la libertad de mercado debe basarse en una igualdad de opciones que sabemos que no existe y sobre el mérito : ¿quien tiene más mérito, un chaval que su madre paga un dineral para que esté en el centro x y que tiene el futuro asegurado o una chavala que curra de camarera para pagar una universidad porque sus padres andan con lo justo y del curro se va a la universidad? Se que peco de demagogo pero es que estoy hasta los cojones de aguantar en la calle a mileuristas que están encantados con que les arrasen lo público porque se ven reflejados en unos espejos de grandeza que no son más que su propia soga. Eliminado lo público sólo queda la jerarquía clasista. El parapeto entre ciudadanos de primera segunda y hasta tercera es lo público. Aquí en Madrid se oye mucho que tal política es no sé qué y que viva “Pepita” y “Pepito” pero eso sí, luego se quejan de tener que irse a vivir a sesenta km de Madrid. Y esto pasa en más sitios evidentemente. Ale quitas los servicios públicos y te digo ya que la bandera la puedes enrollar y metértela por el ano con una pinta de lanza metálica hecha de aluminio ardiendo.
Por todo esto al final pienso en la extraña contradicción es que la vida es maravillosa, una oportunidad de tiempo única, y al mismo tiempo destruida por la rutina y el dinero, y al tiempo que el mundo como dijo Enrique Santos en aquel tango “fue y será una porquería”. La pasta es un paliativo no una solución. Me pregunto en todo esto de Valencia si hace diez años en esas mismas zonas hubiera habido dos propuestas políticas, una que dijera ” se van a limpiar cauces, a hacer tales obras para prevenir riadas, a hacer un buen plan urbanístico, a invertir en replantación es de árboles etc etcétera” y otra que hubiera dicho ” todo esto del cambio climático es una tontería. Aquí lo que hace falta es tantos polígonos industriales que generarán riqueza” cual de las dos opciones habría sido elegida. No todo, nos guste o no, es culpa de los políticos. Esa culpa exonera a los ciudadanos de nuestra responsabilidad. Y yo no estoy de acuerdo con eso.
Es curioso el mundo y sus anestesias. Hace sesenta años unos misiles en cuba pusieron la vida en el planeta al borde de una catarsis destructiva. Ahora se lanzan misiles sobre Rusia, Rusia responde con bombarderos nucleares, los países nórdicos se preparan para posibles represalias y el mundo sigue en su desdén hacia los abismos que lo rodean. Como si nada. Y luego habrá gente que diga que no avisa. El mundo avisa, el planeta avisa, la vida avisa y los avisos los engulle el estado del bienestar, el capitalismo y la morfina colectiva de la que yo soy el primer participe. ¿Refundación? Ojalá, pero no lo creo. ¿Cómo fue aquello?: “Vamos a refundar el capitalismo”. La de vino tinto que debía llevar encima Sarkozy ese día.
Así que ya sabes… copia y pega k*b*r*n.
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