Rain Dogs (1985)

Difunde cultura


En este álbum me aproximé a cada canción de manera individual e intenté crear sus propios universos. En términos creativos y artísticos me gusta pensar que es una mezcla de Cabeza Borradora y ¡Qué bello es vivir!”


Tom Waits

Desde Swordfishtrombones, Tom Waits amplió su paleta musical creando un Arte que se sitúa más allá de la propia categoría musical y del alcance del personaje que retrató en sus primeras actuaciones: el narrador bebedor y de voz ronca de los días sombríos en pensiones de mala muerte y noches de fatiga en la carretera. Gravitando hacia instrumentos extraños (incluidos el chamberlin: un viejo protosintetizador silbante antecesor del mellotron, y una percusión inquietante que genera atmósferas enigmáticas) y texturas sónicas insólitas, Waits crea una suerte de universo paralelo en el que su música se detiene en un espacio donde jazz, blues y folk se mezclan con un estilo de crooner áspero, malditismo bohemio y vanguardia vodevilesca en constante evolución desde una perspectiva profundamente marginal aunque con cierto éxito. Una exquisita rareza.

Todavía me atrae lo feo; no sé si es un defecto en mi personalidad o algo que sucedió cuando era un crío. Cuando miras por la ventana, ¿qué es lo primero que ves? Mi esposa dice que miro hacia abajo, por eso lo primero que veo es el escupitajo. Cada uno elige lo que capta su visión”. Esta declaración muestra la atracción de Waits por la estética de lo feo. En su famoso libro el filósofo Karl Rosenkranz habla sobre el placer por lo feo: “De modo enfermizo, cuando una época está física y moralmente corrupta, le falta la fuerza para concebir lo bello auténtico pero simple, y desea disfrutar de las delicias de la frívola corrupción. Una época tal ama las sensaciones mixtas que tienen como contenido una contradicción. Para excitar los nervios obstusos combina lo inaudito con lo disparatado y lo repugnante. La destrucción del espíritu pasta en lo feo, porque para ella se convierte en el ideal de su negatividad.”. Tom Waits juega con el moralismo hegeliano de Rosenkranz transformando la negación de lo bello en la afirmación de lo feo. Propone una mirada a la fealdad desde dentro hacia fuera, desde el infierno personal hacia el infierno urbano. Un lugar donde el vapor sube por los conductos de ventilación del metro y hace que cada calle parezca estar en permanente ebullición. Las fachadas de las tiendas, bares y clubes retroceden ante el resplandor del neón, como una prostituta envejecida que no puede soportar la luz inquisitiva y entrometida. Desde algún edificio de apartamentos, una radio apática y crepitante emite las melodías que ya nadie se molesta en tararear. Tom Waits es cronista de un paraíso que nunca existió. Y sus canciones celebran esa inexistencia.

Rain Dogs fue el primer álbum que Waits compuso y grabó fuera de Los Ángeles. Nueva York intensifica y protagoniza todo el disco. Rain Dogs hace referencia al ejército de personas sin hogar de Nueva York. Cuando los perros salen a la calle bajo una lluvia intensa, se desorientan porque el olor que los guía desaparece. Incapaces de encontrar el camino a casa, se esconden en los portales o se escabullen por los callejones. Waits se imaginaba a los sin techo de esta manera: habían perdido el rumbo y estaban condenados a vagar por terrenos hostiles. El sonido de Rain Dogs está embrujado y azotado por la emoción visceral de Travis Bickle. La sensación de desolación se ve agravada por la foto de portada del álbum; una foto de Anders Petersen que había llamado la atención de Waits: “Tiene un aire a Diane Arbus… es un marinero borracho abrazado por una prostituta loca. Ella se ríe desaforadamente y él parece sombrío y desesperado”. La textura desenfocada y desaliñada del disco tiene que ver con el ruido superficial, el melting pot fronterizo y el lenguaje propio de una urbe que fagocita todo y lo regurgita en instantes aparentemente superficiales. La mirada de Tom Waits traviste estos instantes en poesía. En una entrevista con Elissa Van Poznak, Waits comentó: “Un taxista chino te recoge en el barrio judío, vas a un restaurante español donde escuchas a una banda de tango japonesa y comes comida brasileña. Todo está mezclado. Es como una sala de urgencias, un imán, un narcótico; es como un idioma que solo se habla aquí”.

Rain Dogs suena antiguo y marchito. Con un tono de blues que parece abandonado en un sótano húmedo y barato (uno de los lugares favoritos de Waits en Nueva York era el sótano de la Columbia Broadcasting donde se hacía magia durante la época en que la radio reinaba y leyendas del cine como Humphrey Bogart, Orson Welles o Bette Davis hechizaban a los oyentes contando historias a través de las ondas). Recuerda a bandas fúnebres de Nueva Orleans y parece haber escapado de los cabarés de la Alemania de Weimar sonando de manera sórdida y decadente, con ritmos extrañamente hipnóticos. Una música alborotada y desafiante que, obviamente, tiene el aliento de Kurt Weill y Bertolt Brecht. Está muy presente su admirado Harry Partch con el uso de las microtonalidades y el tono sinfónico del compositor Charles Ives se refleja en la continuidad que hay entre las composiciones e incluso las narraciones de los diferentes personajes. Las entonaciones, susurros y alaridos son claros homenajes a Captain Beefheart y Howlin´ Wolf. Estamos ante un disco que es un buceo artístico por la Historia de la Música del siglo XX. Pero Tom Waits no se limita a copiar y pegar, lo hace suyo, lo incorpora a su cosmovisión musical, une tiempos y formas de una manera singular, propia y exclusiva. Funde múltiples estilos en un paisaje artístico descomunal que provoca un arrebato insinuante, vibrante y sobrecogedor.

Tal vez no se puedan captar con total claridad las palabras que Waits pronuncia, y sus narraciones pueden ser algo confusas. Al fin y al cabo, la claridad está sobrevalorada y no sirve de mucho; y la memoria se suele confundir con el olvido. En Time Tom Waits recita: “Y todos fingen ser huérfanos y su memoria es como un tren / Puedes verlo hacerse más pequeño a medida que se aleja / Y las cosas que no puedes recordar cuentan las cosas que no puedes olvidar”.

Menú y maridaje

Comenzamos con una empanada de vacío a la brasa y unos buñuelos de provolone picante ahumado. Acompañamos con un Alabama slammer. Seguimos con cecina curada de vaca vieja y un steak tartar subido de tabasco. Le puede ir bien un whisky sour. Unas mollejas de ternera con su guarnición de setas silvestres preceden al plato final. Abrimos una botella de tinto del Piamonte (caerán dos mínimo). Terminamos con pluma de cerdo ibérico a la brasa y Ribeye de vaca vieja al centro. De postre tarta de lima (muy refrescante) o tarta tatin clásica. Copa de bourbon de Kentucky con posibilidad de preparar un Old Fashioned.

Compañía

Lo suelo escuchar junto a Lobo. A veces nuestros gruñidos, quejidos, ladridos y aullidos se confunden con los de Waits. Y suele llover (a cántaros).


0,0
0,0 de 5 estrellas (basado en 0 reseñas)
Excelente0%
Muy buena0%
Media0%
Mala0%
Muy mala0%

No hay reseñas todavía. Sé el primero en escribir una.