It’s Too Late To Stop Now (1974)

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La magnífica versión de «Caravan» en It’s Too Late To Stop Now (el álbum de Van Morrison con que más se disfruta, sin discusión, así que ni se te ocurra discutirlo) me suena como pudiera sonar sobre los títulos de crédito al final de la mejor película que hayas visto en tu vida; y si a ti algo te suena así, entonces seguro que por extensión eso significa que también podrían tocarlo en tu propio funeral”.


Nick Hornby, 31 canciones, 2003


Año 1999 o 2000. Sábado. Volvía de fiesta. Alta madrugada. Para llegar a mi habitación tenía que pasar por el largo y estrecho pasillo de casa de mis padres. La multitud de cuadros colgados en la pared dificultaba llegar a mi cama sano y salvo, y facilitaba la posibilidad de tirar alguno provocando el repentino despertar de mis progenitores y de paso la justificada bronca de llegar zigzagueando en plena madrugada. Me quedé en el salón, cerré la puerta y bajé el volumen de la televisión lo máximo posible. Ponían un partido de la NBA en Sportmanía, narraba Andrés Montes y comentaba Antoni Daimiel… me quedé frito y no vi casi nada pero al despertarme pillé por casualidad el final de la retransmisión. Andrés Montes se despidió diciendo algo así: “La canción con la que acabamos esta retransmisión es Caravan, de Van Morrison, en la versión de su maravilloso directo It´s too late to stop now”. Escuché la canción y algo más despejado me fui a mi habitación silbándola.

La parte que escogió Andrés Montes como sintonía del final de los partidos de NBA era la fabulosa sección de cuerda pero desconocía el resto de la canción. A principios de la semana siguiente me pasé por Tráfico y le pregunté a Floren por el disco: “¡Vaya! ¿Te vas a hacer un pijo del blues-folk jazzero?”. Sacó el disco, lo puso, me quedé dando vueltas en la tienda escuchándolo atónito. “Oye, voy a poner algo de Los Enemigos que no va a entrar ni dios con el puto Van Morrison sonando todo el rato”. Era un doble disco en versión deluxe y costaba algo más de 3.000 pelas. Tenía que esperar al verano para currar y ahorrar algo de pasta. Durante unas cuantas semanas me pasé por la tienda para ver si seguía allí. Un día Floren me dijo: “¿Te lo guardo?… pero al final me lo tienes que comprar, no me jodas”. No sé cuanto tiempo lo tuvo metido en el cajón que tenía bajo la caja registradora. Al fin un viernes caluroso y húmedo me lo llevé. Me pasé el finde escuchándolo a todo trapo. Lo grabé en dos cintas de cassette y lo escuché durante todo el verano, ensimismado con mi walkman, tarareando por las calles como un trastornado. Me aprendí las letras. Me sabía de memoria las entonaciones, cuándo llegaba cada solo, en los momentos en que Van se desgañita yo trataba de imitarlo. Ha sido uno de los discos de mi vida. Siendo un directo y siendo yo un purista pedante tocapelotas es algo que no se puede explicar de manera teórica. La pulsión erótica me desborda con este doble álbum. Terminaba Sunsan Sontag su ensayo Contra la interpretación: “En lugar de una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte”.

Jamás he visto a Van Morrison en directo. Dicen que es bastante cabrón, frío y un tirano sin piedad con su banda. Sus directos no suelen tener muy buenas críticas (al menos los que ha dado por territorio español). Comentan que es rácano con los bises, que se enfurruña si el público canta o se pone pesado pidiendo determinados temas. Tiene la típica imagen de artista gruñón, insociable y algo misántropo. De hecho, para tener una carrera tan longeva ha grabado muy pocos conciertos oficiales. De los tres más populares hay dos que se consideran los mejores: éste y A Night in San Francisco (1994). Son dos de los mejores discos en directo jamás grabados. Pero la majestuosidad, la erótica, el estado de gracia místico, la gigantesca capacidad de versatilidad de Van y La Caledonia Soul Orchestra hacen de It´s too late to stop now una experiencia artística sin analogía posible.

El legendario crítico musical Lester Bangs ya adelantó el brutal impacto de Van Morrison en un concierto del Fillmore East allá por 1970: Morrison lleva la canción, al grupo y a sí mismo hacia un final. Con unas dinámicas insuperables que le permiten pasar de un fraseo improvisado indescriptiblemente excéntrico a la pasión pura en el inmediato aliento posterior, él ofrece la música que sube crescendo tras crescendo, parando y reanudando y parando y reanudando la canción una y otra vez, imponiendo largos silencios maníacos como puntos de interrogación gigantes entre las paradas y reanudaciones y llevando al público hasta la tensión pura, al construir una oleada de «It’s too late to stop now!», y justo cuando piensas que todo va a desbordarse, él lo interrumpe todo de golpe, el vacío de un estallido liquidado, lanza el micrófono al suelo y abandona el escenario. Verdaderamente es una de las cosas más perversas que he visto hacer a un intérprete en toda mi vida. Y, desde luego, es sensacional: los tenemos por corbata, estamos enloquecidos y reclamando otra, aunque sabemos que hemos visto y sentido algo excepcional”.

Como bien destaca Brian Hinton en su maravilloso libro acerca de Van Morrison hablando sobre It´s too late to stop now: “La portada: Van tiene un aspecto angelical, bañado de azul, con la mirada baja como en trance; la primera «o» de su apellido se ha convertido en una estrella de cuatro puntas que ilumina el escenario. Detrás de él una figura oscurecida toca el violín. En la contraportada, a Van se le saca de rojo, un diablo ahora, con los ojos cerrados, agarrado al micrófono, poderoso, sin esforzarse, una prefiguración de Captain Beefheart”.

Estos dos polos opuestos se reflejan portentosamente en esta Obra Maestra: Van intercala pasajes rítmicos, poéticos y silencios con gritos guturales, éxtasis vocales y rugidos salvajes. La Caledonia Soul Orchestra (si queréis saber sus nombres escuchad la mejor presentación que nunca se ha hecho de una banda en la canción Caravan) acompaña a Van Morrison en este auténtico hito de la Música. Un disco imperecedero e inagotable. En cuanto escuchas una sola entonación del León es demasiado tarde para dejarlo.

Menú y maridaje

Directo y conciso. Ostras Tia Maraa para abrir boca. Un martini bien frío. Croissant de patata con cordero. Otro martini. Tartar de besugo, pepino, ginebra y crema de yuzu. Otro martini con mucho hielo. Rodaballo salvaje de Kilmore Quay con navajas, hinojo marino y condimento de nori. Más martini. Canelones de lengua a la cerveza negra y carrillera a la irlandesa con tuétano ahumado. Martini bien helado. Soufflé de chocolate negro al whiskey. ¿Queréis otro martini?

Compañía

En la peli Beautiful Girls Willie (Timothy Hutton) le pregunta a Andera (Uma Thurman): “¿Puedes pensar en algo mejor que hacer el amor con un atractivo desconocido en mitad de un lago helado con sólo una lámpara de aceite para iluminarte?” y Andera responde: “En volver a Chicago, en martinis con hielo… en ¡Van Morrison!”. Pues eso.


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